El fruto maduro contiene dos o tres semillas, de las cuales se extrae la manteca de color marfil llamada en español “Manteca de Karité” y en inglés “Shea butter”
Su composición es muy compleja, y se pueden identificar los ácidos palmítico, esteárico, oleico, linoleico, así como una original fracción insaponificable que le confiere una gran capacidad hidratante y emoliente.
Ayuda a proteger la piel de las radiaciones UVB y UVA.
Es anti-irritante por excelencia, lo que conviene notablemente a las pieles que enrojecen con facilidad, con tendencia alérgica y cuperosis.
Es también de gran interés para el cuidado de la piel masculina, para después del afeitado.
Sobre el cabello se puede aplicar como “baño de crema” o como abrillantador después que esté seco. Por si sola restaura en forma profunda la estructura capilar, otorgando brillo, suavidad y volumen.
Es uno de los aceites que combinan maravillosamente con los aceites esenciales y permite la penetración temporizada de estos, lo que hace de la Manteca de Karité un producto ideal para masaje terapéutico, formulaciones balsámicas, tratamiento de dolores articulares, y muchos otros usos. Proporciona bienestar y protección a la piel. La manteca de Karité es adecuada para el cuidado de la piel en climas secos o de frío extremo, así cuando se está expuesto a factores irritantes como el viento, el agua salada o clorada.
No hay límite de edad para beneficiarse de sus propiedades. Protege la piel del bebé y hasta la de los ancianos de avanzada edad
No es comedogénica (o sea que no produce granitos) por lo que se puede usar aún en presencia de acné o pieles naturalmente grasas.